Las Doce Calles son un trazado geométrico sobre las Huertas de Picotajo, con una disposición focalizada inédita en la jardinería europea de su momento, que constituyen una de las actuaciones
de más interés promovidas por Felipe II en Aranjuez y, además, una de las intervenciones más relevantes de la historia de la arquitectura
del paisaje española. Se localizan en el valle del río Tajo, al norte del Jardín de la Isla de Aranjuez, en una amplia franja de terreno de aproximadamente 300 ha.
El recorrido a pie que parte desde el punte de Barcas, en el núcleo urbano de Aranjuez, para dirigirse hacia la plaza de las Doce Calles, desde donde llegaremos hasta la puerta de Legamarejo, al Antiguo Hipódromo y a las Cuadras de la Sección Inglesa, continuando por la Azuda, la calle de la Princesa, el Real Cortijo de San Isdidro y su Real Bodega Carlos III, el puente de la Reina, la calle de la Reina y llegando finalmente hasta el punto de partida.
Longitud: 18,3 km. Duración: 5 h.
El Puente de Barcas original fue destruido en 1810, encargándose la construcción de uno nuevo al ingeniero Pedro Miranda, el Puente Colgado o Puente de las Cadenas, de 1834, que permaneció en pie hasta 1934.
La construcción actual constituye el acceso norte de la ciudad, sorteando el río Tajo, por la carretera M-305. Está limitado, al oeste, por los jardines del Parterre, de la Isla y la presa de Palacio; al este se encuentran los embarcaderos del río junto al Jardín del Príncipe.
La Plaza de las Doce Calles surge de la articulación de los caminos y huertas de Picotajo, de los trazados del denominado “rombo originario”, atribuido a Juan Bautista de Toledo o a Juan de Herrera, durante el siglo XVI. Se aplicaron leyes geométricas sobre el territorio para construir alineaciones de árboles que dieron origen a un espacio único, simbiosis entre la racionalidad y la naturaleza.
Esta puerta da acceso al Soto de Legamarejo y a la finca del mismo nombre que se explotaba durante el siglo XVIII. A mediados del siglo XIX daba acceso al desaparecido Real Hipódromo de Legamarejo por la calle Lemus.
En 2020, la maniobra de un camión provocó la destrucción parcial de uno de los pilares.
El hipódromo tiene su origen en una iniciativa de la Sociedad de Fomento de la Cría Caballar, a quien la Corona cedió los terrenos en 1851, celebrándose las primeras carreras en 1853, aprovechando la posibilidad de transporte que suponía el recién inaugurado ferrocarril al Real Sitio desde Madrid. Se mantuvo la actividad hípica hasta el primer tercio del siglo XX.
Ubicadas en el soto de Legamarejo, pertenecía a La Real Yeguada de Aranjuez, un centro de cría caballar que existió desde el siglo XVI hasta 1931. No solamente se criaban caballos, sino también mulas y asnos.
Es el acueducto de una desaparecida rueda de agua, conocida como la Azuda, que elevaba el agua desde el canal del Embocador o de la Azuda al cerro para el riego de la finca y los plantíos del Puente Largo. Se conoce su existencia a finales del siglo XVIII, siendo reconstruida en 1845, conservándose imágenes de comienzos del siglo XX, donde la rueda está ya conformada en una estructura metálica radial, sustituyendo a la antigua de madera. Destaca el volumen y altura del acueducto y muro donde se apoyaba la rueda.
La calle cuarta de la plaza del Jarama es la de mayor tamaño, la denominada calle de las Moreras, Florida y Princesa, con 2,8 Km. Su importancia radica en unirse con la plaza de las Doce Calles, pieza distribuidora de la zona más amplia de Picotajo y posibilitadora del desarrollo posterior de todo el trazado, que en 1613 se convirtió en el centro de la denominada Huerta de las Doce Calles, pues Felipe III inició la plantación de la plaza y las calles originales de Juan Bautista de Toledo, aunque los terrenos agrícolas intermedios no se roturaron hasta el reinado de Felipe IV.
Se crea por orden de Carlos III en 1761, dentro de su política de fomento de la agricultura, con la formación de praderas para las vacas de leche traídas de Italia, ampliando las labores agrarias de cereales, vides y olivares en 1766, bajo la dirección de José Palaci. Para ello se realizarán trabajos hidráulicos de regadío bajo la dirección del ingeniero Vicente Fornells, con la creación del Caz Chico y de la Cola Alta y Baja derivados del Embocador y del caz de Colmenar en 1764 y 1769, respectivamente. En 1770 se levantará la casa grande, además de lagar y bodegas, terminados en 1788 según proyecto de Manuel Serrano, al que se añade un jardín según diseño de Isidoro del Castillo. Al mismo tiempo se plantaron árboles en las calles que ordenaban la finca y sus cultivos, continuando los paseos arbolados del Real Sitio, con álamos negros, fresnos, chopos, robles, nogueras y tilos.
También llamado de Alpajés, obra de Manuel Serrano, se construyó por orden de Carlos III hacia 1774 sobre el río Tajo al final del paseo de la Reina para sustituir un puente de madera de época de Felipe II, construido en 1562 con trazas de Juan Bautista de Toledo.
El origen de la calle de la Reina se remonta a 1593, cuando Felipe II era príncipe, bajo la dirección del arquitecto Luis de la Vega y su sobrino Gaspar. Unía el Palacio Real con el río Tajo y vio crecer, años más tarde, el Jardín del Príncipe. A la primera plantación de chopos del siglo XVI le sucedieron álamos negros en el siglo XVII, pero es el plátano la especie a la que debe su belleza actual. La singularidad de este paseo arbolado radica en la simetría de sus trazados, en sus proporciones y en la doble alineación de árboles regados por acequia, que le otorgan su magnificencia y frondosidad. Cuenta con más de 3 kilómetros de longitud, y dos extraordinarias plazas denominadas por su formas: Redonda y Cuadrada.